Nearshoring: Tan lejos de Asia, tan cerca de Estados Unidos

En enero de 2017 el fabricante de autos Ford anunció la cancelación de una nueva planta en San Luis Potosí, el anuncio se dio unos días antes de que Donald Trump tomara posesión como presidente de la Unión Americana. Aunque nunca se confirmó, la marca automotriz cedió a las amenazas de Trump de imponer un nuevo arancel a los automóviles si Ford llevaba a cabo su plan de producción en México.

En aquel entonces nadie imaginaba los cambios que se avecinaban en el horizonte de corto plazo. Desde la turbulencia política internacional entre populismos de derecha e izquierda; una pandemia que cambió percepciones y hábitos de la vida cotidiana, generando distorsiones económicas y sociales de largo plazo (sobre todo sociales); hasta confrontaciones militares que abonaron a problemas de inflación, interrupción de cadenas comerciales y restructura geopolítica son algunos de los cambios que nadie sospechó hace solo 5 años.

Entre todo ese reacomodo de piezas surgió el Nearshoring, fenómeno que traerá al Bajío una segunda etapa de industrialización, la cual no sería posible sin la etapa previa de globalización y liberación comercial.

La primera etapa de industrialización de la región llego de la mano del periodo de reformas de liberación comercial de los años 90’s y la primera década del milenio, cuando México abrazó a la globalización.

La eliminación de barreras comerciales, junto con los avances en las tecnologías de información y de transporte, permitió a las empresas dividir la producción entre distintas regiones o países. La fragmentación en la producción significó que bienes y servicios intermedios cruzarían fronteras varias veces a lo largo de la cadena -cruces que incluso pueden abarcar muchos países-, lo que conocemos como Cadenas Globales de Valor o Global Supply Chains (GVC), claro esas cadenas que se vieron interrumpidas con la pandemia.

La integración del Bajío a las GVC aceleró la industrialización de la zona, permitiendo a sus economías crecer a un ritmo de 3% promedio anual entre 1994 y 2010, cifra que contrastó con un crecimiento económico nacional de 2%.

Desde luego este dinamismo tuvo como uno de sus cimientos la inversión encauzada desde el extranjero. Por ejemplo la Inversión Extranjera Directa (IED) en Guanajuato pasó de 309 millones de dólares en 1999 a un flujo mayor de 600 mdd por año en el primer decenio del milenio, en tanto que para la segunda década dicha cifra registró inversiones que ascendieron a 1,600 mdd en promedio por año, recursos que se canalizaron principalmente al sector manufacturero, captando 68% de la inversión.

El flujo de inversión se manifestó en el desarrollo industrial guanajuatense, actividad que creció a una tasa promedio de 3.9% anual entre 1994 y 2019, esto mientras que el PIB industrial nacional lo hizo a un ritmo de solo 1.3% anual.

Otro de los enclaves que entraron en la carrera industrial es San Luis Potosí, entidad que vio crecer su economía a un ritmo de 2.4% anual entre 1994 y 2010 y se dinamizó aún más en la siguiente década con crecimiento promedio de 3.3% anual.

Del total de la inversión extranjera que ha llegado a la entidad potosina 2 de cada 3 dólares aterrizaron en la industria manufacturera, beneficiando principalmente la fabricación de automóviles y autopartes. Esto provocó que el PIB manufacturero potosino avanzara a un ritmo promedio de 5.3% anual entre 2010 y 2019.

La economía de Querétaro, otra de las entidades del triángulo industrial, también sobresalió respecto de la métrica nacional, con un crecimiento 3.9% anual entre 1994 y 2009; en este mismo lapso el PIB manufacturero registró un avance promedio de 4.5% año tras año. No por casualidad, en la década previa a la pandemia la IED que llegó a la entidad superó la cifra de mil millones de dólares anuales.

Cuando la lógica de la globalización imponía retos y su crítica crecía –en algunos aspectos bien merecida-, nos llegó como “anillo al dedo” una nueva ola de circunstancias que generaron tensiones en el comercio internacional: desde el “Make America Great Again” de Donald Trump, un exitoso BREXIT, la Pandemia y la Guerra Rusa-Ucraniana aceleraron la desintegración global y comenzaron la gestación de la integración regional continental, dando como resultado el Nearshoring, entre otros aspectos.

Esta nueva geopolítica que se catapulta gracias a la vecindad que tenemos con Estados Unidos y el Tratado de Libre Comercio que nos integra con América del Norte, permitirá al Bajío encarar una segunda era de industrialización.

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